Rubén Orozco Loza crea esculturas asombrosamente reales

Cultura | 13 de Marzo de 2023 | por: El Heraldo

Orozco Loza se inició como artista abstracto, al terminar sus estudios trabajó con el orfebre Celestino Cruzaley y poco a poco se decantó más por la escultura. En 2001 estableció un taller junto a su esposa Clara Alcántara, donde elabora piezas de bronce para el espacio público.

A los 20 años, José Clemente Orozco perdió la mano izquierda; un accidente con pólvora lo dejó manco y con una pequeña cicatriz en la cara. Esas huellas y su historia, —“imperfecciones”, las llama él—, fascinan al escultor mexicano Rubén Orozco Loza (Guadalajara, 1979), quien encontró en el hiperrealismo lo que quería expresar con el arte.

“El hiperrealismo es el arte de engañar a la vista, pero yo me enfoco en las imperfecciones, en realidad la figura humana es imperfecta y con esa imperfección se puede llegar a la perfección”, dice.

Orozco Loza se inició como artista abstracto, al terminar sus estudios trabajó con el orfebre Celestino Cruzaley y poco a poco se decantó más por la escultura. En 2001 estableció un taller junto a su esposa Clara Alcántara, donde elabora piezas de bronce para el espacio público. Ahí también comenzó a explorar el hiperrealismo: “Fue cuestión de prueba y error, en México no hay clases para la técnica, los materiales eran escasos, ya que vienen de Estados Unidos o de Europa”.

Pacientemente las figuras del artista cobran vida, con la serenidad de un orfebre inserta cabellos, define arrugas e imperfecciones, aclara gestos. Junto con Clara, del taller ya han surgido esculturas de Frida Kahlo, Luciano Pavarotti, David Bowie, Guillermo del Toro, el papa Francisco o José Clemente Orozco.

“Creo que siempre ha sido la obsesión por mejorar mi trabajo, la obsesión por el detalle. La historia de un personaje es lo primero que busco; por ejemplo, los ancianos son muy representativos: cada arruga hay que representarla, pero con un sentido de su historia”, explica.

Pero la notoriedad mundial llegó con Bihar (Mañana en euskera), una escultura de 120 kilos y 2.5 metros de profundidad, que representa el rostro de una niña que se asoma de entre las aguas de la ría de Bilbao, España, conforme sube o baja la marea.

La pieza fue elaborada por encargó de la Fundación BBK y busca concientizar sobre el efecto de las acciones humanas en la naturaleza.

“Se pensaba que estuviera dos o tres meses, pero el ayuntamiento de Bilbao decidió dejarla un año”. Después de resultar dañada, Orozco acaba de enviar una réplica, cuyo futuro está por definirse.