Historia de dos pandemias

Opinión | 14 de Mayo de 2020 | por: Rubí Márquez

Los cálculos de cuándo México alcanzará su punto máximo, cuánto durará la epidemia y qué tan grave será el daño pueden no ser confiables.

Un mexicano y una coreana. Actualmente, ambos viven en Montreal, Canadá. Los dos estudian en la misma Universidad. Sus clases fueron canceladas a mediados de marzo por el virus, llevaban hasta hace unas semanas, clases en línea, en lugar de las presenciales. A la par, deciden regresar a sus respectivos países, una vez terminadas las clases en línea, para pasar el resto de la cuarentena con sus familias. Él partió a México y ella a Corea del Sur desde el Toronto Pearson Airport, la semana pasada.

En el aeropuerto pasaron más o menos por controles sanitarios similares:

Había gel desinfectante por todas partes, y líneas en el piso indicando la distancia que debía mantenerse entre cada persona. Se les pidió mantener una distancia entre cada uno de mínimo dos metros para hacer check in y al abordar el avión. El uso de cubrebocas fue obligatorio en todo momento. Al hacer el check in y al abordar el avión, les preguntaron, de igual manera, si habían tenido algún síntoma de COVID-19 y les tomaron la temperatura antes de abordar. Dentro del avión, se les pedía dejar un espacio entre cada persona, de manera que, en cada fila, había un asiento ocupado y uno libre.

Ambos parten del mismo origen, pero llegan a un destino muy distinto. Después de unas horas, cada uno arribó a su país.

Al llegar al aeropuerto de la Ciudad de México, el mexicano pasó directamente a migración, donde lo primero que hicieron fue tomarle la temperatura. Acto seguido, mostró su pasaporte y respondió las preguntas usuales que se hacen de rutina en migración: ¿de dónde viene? y ¿cuánto tiempo estuvo fuera? Sin más, el mexicano tomó su maleta, salió del aeropuerto y se dirigió directo a su casa.

Paralelamente, la coreana, aterrizó en Seúl. Sin embargo, lo que sucedió fue muy diferente.

Minutos antes del aterrizaje en el Aeropuerto Internacional Incheon, le entregaron un formulario que debía ser llenado antes de pisar tierra en el país. El formulario solicitaba información acerca de domicilio en el cual se quedarían en Corea, y un  número de contacto.

Al bajar del avión, inmediatamente, le solicitaron formarse en una fila donde el personal del aeropuerto revisó que tuviera descargada la aplicación “Auto-cuarentena” y que se hubiera registrado satisfactoriamente en el sistema.

Después de este primer filtro, tuvo que hacer una segunda fila, donde además de pedirle su pasaporte, le pidieron corroborar la información acerca del domicilio donde se quedaría en las próximas dos semanas en las que debía hacer auto-cuarentena obligatoria. En mismo momento, el personal del aeropuerto contactó a su mamá con el número proporcionado, para asegurarse de que los datos facilitados eran correctos y para preguntarle si recogería personalmente a su hija del aeropuerto para llevarla a casa. En seguida, le entregaron un “Certificado de Cuarentena”, un documento que certifica que el portador necesita ser puesto en cuarentena por sars-cov-2. En cuanto recibió el certificado, le pidieron que llenara dos formularios más. Se trataba de un Aviso de auto-Cuarentena, en el cual le proveyeron información sobre las consecuencias legales que traería no seguir las medidas de cuarentena.

Finalmente, se formó para pasar migración. Allí, le informaron que en un término perentorio de tres días debía visitar su clínica para realizarse la prueba del coronavirus.

Al día siguiente fue a la clínica en su vecindario, la cual, en realidad, no es más que carpa desmontable instalada espacialmente para la prueba de detección del coronavirus. Antes de realizarle la prueba, le entregaron dos bolsas y una caja. La primera bolsa contenía gel desinfectante, cubrebocas, spray sanitizante, toallitas desechables desinfectantes y termómetros desechables; así como guías sobre cómo utilizar los termómetros, recomendaciones y medidas de higiene y cuidado personal. La segunda caja contenía folletos sobre salud mental, ejercicios para mantenerse en forma desde casa, una botella de agua, bandas de ejercicios, entre otras cosas. Por último, la caja contenía víveres para más de una semana: arroz instantáneo, nooddles, sopas coreanas, galletas, hojas de alga, jugos, atún y demás alimentos no perecederos, para que no hubiera la mínima excusa para salir de casa, ni siquiera para ir al super mercado.

Le explicaron que la aplicación “Auto-cuarentena” debe ser llenada dos veces al día con información sobre su estado de salud. La aplicación pide tomarse la temperatura (con los termómetros desechables), y pregunta si el usuario ha tenido síntomas de coronavirus como fiebre, tos seca o dolor de garganta. La aplicación también indica la ubicación del usuario.

A los dos días de llegar a Corea, llamaron a su casa para saber si encontraba allí, puesto que la herramienta de detención de ubicación de la app “Auto-cuarentena” estaba fallando y no podían comprobar su ubicación.

Quien verifica la información llenada en la aplicación no es una computadora o un algoritmo, si no una persona. Así es, se designa exclusivamente a una persona, para llevar el control de un usuario en particular, es decir, que por cada usuario hay un encargado de su monitoreo. El empleado es el responsable de que la persona no esté infectada y de que no infecte a otros. El empelado debe asegurarse de que se llene la información pertinente dos veces por días y que la ubicación que marque la aplicación coincida con el domicilio de cuarentena proporcionado por el usuario.

Entre ambas narraciones existe un abismo. Parecía incluso que se trata de dos enfermedades completamente distintas: mientras que en un país las medidas son laxas, por decir lo menos; en otro se podría decir que son hasta exageradas y desmedidas o simplemente, como a mí me parece, increíbles.

Pareciera que, mientras en un país, se trata a la enfermedad como una simple gripa, en otro se trata como un virus letal, o una pandemia inédita en la historia de la humanidad que ha causado cientos de miles de muertes y que a la fecha contabiliza millones de casos confirmados.

Diga usted, ¿Le parece que esto es una gripe o una pandemia? ¿Le gustaría aterrizar en la Ciudad de México o en Seúl? Se trata de dos casos iguales, pero muy distintos; de dos sucesos idénticos, pero irreconciliables; de una sola pandemia, pero de dos historias diferentes.